jueves, 22 de enero de 2015

Ciego pide ayuda en Cuba, vendió hasta su puerquita para poder comer


La Nueva República

Carta a la Asociación de ciegos y débiles visuales 

Yo Yunior Álvarez, vivo en la calle 24, Barrio Obrero Jesús Menéndez, Las Tunas. Me dirijo a ustedes para solicitar una ayuda, ya que estoy completamente ciego; tengo 28 años, conmigo viven mi esposa y mis tres niños, todos menores. Perdí la vista debido a una auto agresión que cometí contra mi persona estando en prisión: yo supliqué muchas veces se me atendiera,  estaba muy enfermo de los nervios. 

Mi vida fue muy difícil durante mi infancia y aunque yo comprendo que había cometido un delito, no era que yo pidiera se me diera la libertad, sino que se me tratara, ya que mi situación era desesperante, al extremo que yo mismo me hice heridas en los ojos de manera que quedé ciego para mientras viva. Los funcionarios que debían atenderme y buscar la forma de que  cumpliera la sanción, pero que pudiese incorporarme a la sociedad,  lo que hicieron fue que se me mantuvo 2 años en celdas de castigo  y me torturaron cuanto pudieron. El odio más grande que ellos desataron contra mí fue cuando yo estaba  trabajando en la construcción y me dí cuenta que falsificaban documentos y se robaban dinero del que me correspondía. Los que tuvieron que ver con todo esto están en la cárcel del típico de las TUNAS: el capitán  ALIAGA, teniente coronel PAVEL, mayor SURY, jefe de orden interior.  Esto pasó hace apenas un año.   

Hoy comprendo cuánto daño me hice y le hice a mi familia, pero yo les pido a las personas que me puedan ver y saber de mi terrible situación, que yo nunca hubiese querido tener que vivir como vivo hoy; cuando yo tenía 8 años a mi padre lo mató la corriente; quedamos solo mi madre,  mis otros tres hermanos y yo. Mi madre tiene trastornos siquiátricos; recuerdo cuando tenía que ir al vertedero y recogía zapatos viejos de los que botaban, yo mismo los cosía para ir a la escuela; solo fui hasta el sexto  grado, debido a la miseria en que vivíamos. Sin tener quien me diera nada, me dediqué a hacer cosas que me llevaron a la prisión. 

Pienso que ya pagué un precio bastante caro por el destino que me ha tocado vivir. De los tres niños que tengo, que son pequeños, el más chiquito tiene solo meses. En muchas ocasiones pienso que  no quiero por ninguna razón que ellos tengan que vivir lo que yo he vivido. Le pido a DIOS que nunca permita que mis hijos crezcan desamparados. En la actualidad para poder alimentarlos ya hemos tenido que vender varias cosas de las que teníamos y que son de primera necesidad, como: un DVD, una puerquita, la batidora y otras. Necesitamos alguna ayuda, pienso que tengo derecho a que se me tome en cuenta a mí y a mi familia. 

Por Manuel Martínez León, vice delegado del CID en Velasco

Foto por Ana Rosa Tamayo Torres






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