miércoles, 21 de marzo de 2012

“EL ESPIRITU CELEBRATIVO Y LA REPRESIÓN”


Un comunicado del arzobispado de La Habana del 14 de marzo indicaba que: “Nadie tiene derecho a convertir los templos en trincheras políticas. Nadie tiene derecho a perturbar el espíritu celebrativo de los fieles cubanos, y de muchos otros ciudadanos, que aguardan con júbilo y esperanza la visita del Santo Padre Benedicto XVI a Cuba”.

Asumiendo que la esencia coercitiva, inhibitoria y potencialmente represiva del comunicado tuviera alguna validez cristiana o moral, que en nuestra opinión no la tiene, todos los hechos perturbadores de ese "espíritu celebrativo" serian condenables. Por ejemplo, la acción del obispo Emilio Aranguren, quien dirigió personalmente la expulsión de 18 opositores de la Catedral San Isidoro en Holguín. Desalojo descrito gráficamente por opositores y testigos como airado y violento y por el obispo como correcto y medido.

Otra acontecimiento igualmente perturbador fue el desalojo perpetrado por la policía política de la tiranía a petición del Cardenal Jaime Ortega. Trece compatriotas fueron arrastrados de la Iglesia de la Caridad. La agencia EFE reportó que “reclamaban reformas democráticas en la isla y que la Iglesia Católica actuase de mediadora para abrir un diálogo entre el Gobierno y la oposición”. Reporteros sin Fronteras, organización defensora de la libertad de prensa en el mundo lamentó este hecho. Crítica a la que se han sumado muchas voces más.

Quien puede dudar que estas expulsiones han sido mucho más dañinas al “espíritu celebrativo” que la acción pacífica de los opositores, descritas por las autoridades eclesiásticas como partes de un plan. ¿Se lo imaginaron o quien se los informó? ¿Temían que el pueblo se sumara y llegar a las Iglesias a solidarizarse?

La tiranía tampoco quiere que se perturbe con ningún tipo de protesta ese “espíritu celebrativo” al que se refiere el arzobispado. Quieren que el mundo crean realidad la ficción del Papa, la Iglesia, el régimen y el pueblo como amigos en una “Cuba feliz”. Pero sobre todo quieren evitar que el Papa y la Iglesia den legitimidad a la oposición. Así lo ha expresado el embajador castrista en el Vaticano, Eduardo Delgado Bermúdez: “para el Gobierno sería penoso que un grupo que no representan a nada, que son mercenarios, que actúan contra la nación cubana, fueran recibidos por Su Santidad”.

Si los templos no pueden ser trincheras políticas de nadie la Iglesia tampoco. Esto exigiría de ella una absoluta equidistancia entre la tiranía y el pueblo. Juan Pablo II no practicó esa neutralidad. Por el contrario, con pasión y sin ambigüedades apoyo su pueblo y a la oposición contra la dictadura comunista. Los polacos se sienten orgullos de su Iglesia. Los cubanos queremos sentirnos igual de la Iglesia Católica y de todas las iglesias, ahora y cuando la tiranía acabe de morir y nazca en Cuba la libertad.






*La Nueva Rep
ública es el semanario del CID en Cuba

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